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Si bien es cierto que el Presidente de la República con sus vice presidentes, así como los parlamentarios, son elegidos simultáneamente por un período de cinco años, también es cierto que dicho término puede reducirse en caso de disolución del Congreso por haber negado dos veces o más la confianza al gabinete ministerial.
Del mismo modo si el Presidente es vacado, no existen vice presidentes o tengan impedimento, debe asumir la Presidencia de la República quien preside el Congreso y debe convocar a elecciones de inmediato.
Si bien ésas son las reglas regulares, cuando Alberto Fujimori fue vacado y asumió la Presidencia Valentín Paniagua, en su calidad de Presidente del Congreso, se incorporó a la Constitución disposición transitoria con la que se redujo el período presidencial y parlamentario de quienes en ése momento ejercían dichos cargos y, se fue a elecciones generales.
La regla mencionada en el párrafo anterior fue de excepción, por circunstancias muy singulares, pero hoy se pretende repetir la figura para lo cual habría consenso político, aunque hay personas que discrepamos por motivos principistas.
Ahora bien, ir a elecciones generales, esto es presidenciales y parlamentarias adelantadas, con la misma normatividad constitucional y legal existente, podría significar la repetición de los vicios que tanto enojo han causado a la ciudadanía, como sería tener nuevamente un Parlamento de novatos en materia legislativa, así como un sistema electoral complejo, exageradamente formalista, lleno de requisitos absolutamente burocráticos e innecesarios.
Para evitar la posibilidad últimamente descrita, se alzan voces que piden reformas constitucionales, tanto para permitir la reelección parlamentaria inmediata, como regresar al sistema bicameral, pero además, con cambios en la composición del Jurado Nacional de Elecciones y en la Ley de Partidos Políticos.
A lo antes expuesto tendremos que recordar antiquísimo aforismo en el sentido de que “quien mucho abarca poco aprieta”, a lo que se suma el corto tiempo para hacer reformas, por lo que quizás sea conveniente para esta situación inusual, hacer solo los cambios sustanciales como sería el permitir la reelección parlamentaria, variación en la composición del JNE, reducción de plazos electorales y de inscripción de las agrupaciones políticas en trámite o que podrían participar en la gesta electoral.
La normatividad para los partidos es kafkiana, en una época digital en que se pretende eliminar el papel, es asfixiante la cantidad de papelería absurda que se exige. Incluso para los comités de los partidos se deberá acreditar propiedad o alquiler de locales y que estén adecuadamente implementados, cuando en esta época de avance tecnológico hasta las audiencias judiciales pueden ser virtuales. al igual que las sesiones del Parlamento que a veces son no presenciales. No hay necesidad de locales partidarios, entiéndanlo bien y, cuando existen es porque algún militante ha prestado su vivienda para las sesiones de Comité.
Como vemos hay cambios que son urgentes y los que pueden esperar, pues que esperen. A veces lo perfecto, como dice el refrán, es enemigo de lo bueno, pero además consulten a los que saben, no a teóricos que nunca pertenecieron a agrupación política.